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El vínculo de apego.

El vínculo de apego es un tema que considero básico y merecedor de una profunda reflexión. No en vano por eso constituye el núcleo de nuestro nombre. Y por ello, después de daros la bienvenida, empiezo nuestra serie de publicaciones por él.

Su importancia proviene, obviamente, de ser el primer mecanismo que nos asegura la supervivencia, pero, más allá de este hecho fundamental, es esencial por la influencia que tiene en el desarrollo socioemocional del niño, en su futuro comportamiento, su forma adulta de relacionarse y su bienestar psicológico.

Puedo deciros que muchos de los problemas que he visto en terapia: niños que acuden con insuficiente gestión de las emociones o que pueden venir enmascarados con cuadros más conocidos hoy en día como el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) o incluso TEA (trastorno del espectro autista) tienen en su base un trastorno del apego

El vínculo de apego es la relación emocional que el niño establece desde los instantes inmediatamente posteriores al nacimiento y durante los primeros años de su infancia con una o varias figuras que son de referencia para él: la madre (normalmente), el padre o los cuidadores principales.

Teoría del apego

Bowlby, a finales de los años 70, propuso su teoría del apego y, desde entonces, ésta ha generado multitud de estudios desde distintos campos de la investigación científica, incluida la neurociencia y la psicobiología que han corroborado sus presupuestos.

Él mismo dijo que “el bienestar psicológico depende de la capacidad de regular (en uno mismo y en los otros) la fuerte mezcla de sentimientos positivos y negativos que inevitablemente se presentan en todas las relaciones muy cercanas”.

la forma en la que regulamos esas emociones depende directamente de las interacciones tempranas que se hayan mantenido con las figuras de apego.

Planteada la teoría, uno de los estudios que más marcaron el posterior desarrollo de ésta fueron los de Mary Ainsworth, psicóloga que creó una fascinante situación experimental: “La Situación Extraña”. En ella, una madre con su bebé entra en una habitación y, a partir de ahí, se va produciendo un baile de entradas y salidas de la madre y de una persona desconocida mientras se observan las reacciones del niño.

Tipos de apego

De este estudio surgirá la clasificación de los tipos de apegoseguro, inseguro evitativo e inseguro ambivalente, claves en el desarrollo o no de posteriores problemas emocionales y/o relacionales ya que actúan como factores de protección o de riesgo. Más adelante, se introdujo un cuarto tipo de apego: el apego inseguro desorganizado.

El bebé al nacer es profundamente inmaduro y su cerebro apenas cuentas con conexiones neuronales. Esto es una ventaja ya que le proporciona una enorme plasticidad cerebral que le permite configurar la estructura de su cerebro de acuerdo con las experiencias vividas y los estímulos que recibe del entorno (muy particularmente, los estímulos relacionales), llevando a cabo un proceso de adaptación a él.

Por eso, el bebé cuando nace no tiene capacidad de autorregularse emocionalmente y será la madre la que tendrá que llevar a cabo esa función en su lugar. De esta forma, no sólo el bebé es contenido en ese momento, sino que además adquirirá el modelo de regulación emocional que pondrá en práctica en el futuro.

Pero ¿por qué el vínculo de apego es para mí un tema fundamental de reflexión?

Porque un apego seguro, aunque no sea una garantía al cien por cien, supone una alta probabilidad de gozar de un bienestar emocional y social el día de mañana y éste, a su vez, depende, como he dicho, de las primeras interacciones establecidas entre el bebé y la figura encargada de su cuidado.

¿Cómo fomentar un apego seguro?

El secreto del establecimiento de un apego seguro se asienta en dos pilares fundamentales: la sensibilidad materna y su sincronía (digo “materna” teniendo en cuenta que suele ser la madre la encargada de los primeros cuidados de alimentación y protección, pero es extensible a las figuras de referencia).

Esto es, la capacidad por parte de la madre de detectar las señales del bebé, de interpretarlas y de responder de forma sincrónica con las necesidades del niño.

¡Qué fácil y difícil al mismo tiempo! ¿Quién asegura que detectaremos las señales, que las interpretaremos correctamente y que responderemos de forma adecuada?

Ante esta duda, hay dos noticias. Como casi siempre, una buena y una mala.

La buena es que los niños nacen con la capacidad innata de expresar sus necesidades (es un mecanismo de supervivencia) y los padres tienen, a partir del nacimiento del bebé, una capacidad para ser sensibles a ellas y responder adecuadamente. No hay que plantearse nada, venimos con el equipamiento de serie.

Factores de riesgo en el establecimiento de un apego seguro

Sólo hay un problema y aquí viene la mala noticia: el estrés es un elemento poderosísimo que puede poner en riesgo toda esta maquinaria tan compleja como precisa. El estrés cotidiano, el de determinadas circunstancias que nos pueda rodear en un momento dado y, muy especialmente, el estrés parental.

Es decir, la ansiedad que nos provoca el pensar si somos o no competentes a la hora de llevar a cabo nuestra labor como padres puede producir interferencias en ese fino mecanismo de sensibilidad y sincronía.

La tecnificación de la parentalidad, el hacernos profesionales de la labor de ser padres y, por supuesto, profesionales de alto nivel con el estrés que eso conlleva, puede provocar el efecto contrario a lo que deseamos: el bienestar presente y futuro de nuestros hijos.

De acuerdo con todo esto, podemos decir que no existen recetas mágicas en esta cocina, pero si hubiese que preparar un buen plato, diría que los tres ingredientes principales son amor, naturalidad y sentido común y, para que el sabor salga delicioso es fundamental que el recipiente esté limpio.

Así que, no olvidéis de cuidaros a vosotros mismos para estar en las mejores condiciones de cuidar a vuestros hijos.

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